En los últimos años se
ha aceptado que el equilibrio psicológico y emocional influye en el estado de
salud física. Sin embargo, algunos especialistas matizan aún más esta realidad
afirmando que la autoestima está directamente relacionada con ciertos
males del cuerpo. El mundo está lleno de desigualdades, eso lo sabemos todos.
Pero ¿en qué medida afectan estas a nuestra autoestima? ¿Puede hacerse algo
por reducir las diferencias?
Estas son las reflexiones que se
plantea Michael Marmot, Director del Departamento de Epidemiología de la
Universidad de Londres, en un editorial publicado esta semana en la revista
‘British Medical Journal’. Y según su opinión, la respuesta a la pregunta
anterior es afirmativa para ambos casos.
El autor cita a algunos investigadores que han establecido una jerarquía de
las necesidades humanas, señalando que lo más básico que busca el hombre es
salud y autonomía.
De las dos, la autonomía es la más perseguida y está relacionada con la
autoestima y el respeto. Marmot tiene claro que a la mayoría de las personas
les interesa más ser autónomos que tener buena salud, sin darse cuenta de que,
en el fondo, son cosas que están "relacionadas". El nexo que las une está en
que los bajos niveles de autonomía provocan una disminución de autoestima, lo
que a su vez provoca a que tengamos una salud peor.
Para argumentar lo anterior el autor cita como ejemplo la experiencia de dos
grupos de indios con niveles de obesidad y diabetes elevado. A los dos grupos
de intervención se les prescribió una dieta, con la diferencia de a que al
primero se le invitó a tener conversaciones acerca de su cultura e historia.
Tras 12 meses de seguimiento los
investigadores se percataron de que un grupo mejoró y otro empeoró. La
conclusión a la que llega el autor del editorial es que incrementar el
sentimiento de orgullo de raza aumenta también los niveles de autoestima y
exigencia, lo contribuye a que tengamos hábitos más saludables.
En otro orden de cosas y en relación con la salud de los otros, la violencia y
el homicidio también son para el autor un reflejo de la pérdida de autoestima.
Marmot subraya que no pocos
alborotos se cometen al año en nombre del orgullo y de los sentimientos
heridos. Si todo ello lo relacionamos con la desigualdad salarial se puede
entonces, según el autor, aventurar la hipótesis de que la desigual
distribución de recursos lleva a incrementar el sentimiento competitivo entre
gente joven que no tiene nada más que perder que su autoestima y el respeto
por los demás. El resultado es la violenta confrontación y el homicidio.
El autor también recuerda que varios investigadores han constatado que la
depresión está fuertemente vinculada con la autoestima. Los periodos
depresivos se caracterizan por una bajada del sistema inmunológico, algo que
lleva a la gente a vivir menos tiempo.
A este respecto, Marmot saca a colación un reciente estudio que afirma que los
actores que ganan un Oscar tienen una media de vida de cuatro años más que
aquellos que han estado nominados y no lo han conseguido. La razón podría
estar otra vez en la autoestima.
Por último, el editorialista señala la relación de la autoestima con la
situación laboral. Existen varios estudios que han mostrado el vínculo entre
sufrir una patología coronaria, la mala situación en el lugar de trabajo y la
descompensación entre esfuerzos y recompensas. Según el autor, el mecanismo
por el que se recibe una recompensa acorde con el esfuerzo realizado es
crucial para el fortalecimiento de la autoestima, y con ello de la salud.
En caso de que este sistema no
funcione, nuestro organismo activará el estrés y se dispararán las
posibilidades de sufrir una enfermedad cardiaca.
Y si las desigualdades son partes de la condición humana ¿qué se puede hacer?
Mientras la distribución de recursos difiera profundamente de unos a otros,
Marlot insta a que las instituciones actúen comentando que sería un claro
avance de una sociedad civilizada contribuir a que estas diferencias
desaparezcan mediante cambios en la organización social que permitan a la
gente obtener un empleo.
Por último, "no hay que olvidar
que la calidad del trabajo importa, y que no vale pensar que cualquier trabajo
es mejor que nada" concluye.